Teletrabajo: ¿que dice la Neurociencia?

Teletrabajo: ¿que dice la Neurociencia?

¿Qué dice la Neurociencia sobre el teletrabajo? ¿Dejaremos de ser seres sociales? ¿Llegaremos a que funciones cerebrales cambien o se atrofien?

Cuando se nos da la opción de movernos libremente por nuestras vidas, ya sea para trabajar de forma remota, visitar amigos o comer en restaurantes, los sentimientos de confianza, compromiso y motivación aumentan. Pero basta con que quedarse en casa sea una obligación o requisito, ya la historia es completamente diferente.

Ahora que las cuarentenas se han convertido en mandatos, nuestro sentido de control sobre muchos aspectos de la vida se siente fuera de nuestro alcance. Lo que estaba asumido como algo natural, normal, ahora está prohibido, lo que hace que nuestra imaginación se enfoque en los peores escenarios

Este sesgo de negatividad (uno de los tantos sesgos cognitivos que tenemos) nos ha protegido durante milenios, en gran parte porque los humanos no han sido las bestias físicamente más fuertes del reino. Pero hemos descubierto cómo trabajar juntos para sobrevivir e incluso prevalecer. Ahora, eso es exactamente lo que las empresas y todos debemos hacer.

Aislamiento social

El teletrabajo nos elimina del espacio público, aislándonos profesional y socialmente. Según estudios, de hace pocos años, más del 60% de teletrabajadores manifestó sentir aislamiento social. 

El aislamiento social se ha relacionado con un peor desempeño laboral y una mayor intención de abandonar la organización y un menor sentido de inclusión organizacional.

Se ha documentado la preferencia por la interacción cara a cara y la importancia principal para establecer y mantener amistades en el lugar de trabajo. A pesar del avance de las nuevas tecnologías de comunicación, los investigadores notan el contacto visual no natural, cara a cara, como un factor aislante.

Cuando trabajamos con otros, utilizamos habilidades interpersonales para captar importantes señales sociales. En el lugar de trabajo, nuestros recursos cognitivos se ejercen plenamente. Hablamos, resolvemos problemas, pensamos de manera abstracta, aprendemos y recordamos información a través del beneficio de estar con otros. 

También comprometemos más íntegramente nuestros cerebros para coordinar todas esas funciones en respuestas, acciones y palabras apropiadas. Trabajar con otros da forma a nuestras actitudes y comportamientos y brinda la oportunidad de compartir el conocimiento y la cultura tácita de la organización.

Programados para ser sociales

La neurociencia confirma que los humanos estamos programados para ser sociales. Fuimos diseñados para tener circuitos de retroalimentación recíproca de neuronas que perciben el medio ambiente, procesan ese material en las regiones designadas del cerebro y coordinan nuestra respuesta. 

Los humanos somos ante todo animales sociales. Robin Dunbar, el prestigioso antropólogo de Oxford, fue pionero en la noción de que evolutivamente, el tamaño del cerebro humano se correlaciona directamente con el tamaño del grupo o la tribu. Los humanos tenemos cerebros grandes para socializar. Incluso mientras trabajamos y aprendemos de forma remota, encontraremos formas de conectarnos, trabajar y sobrevivir.

El desarrollo básico del cerebro depende de la interacción con los demás. Si los bebés no tienen una figura de cuidador primario, por ejemplo, los procesos biológicos del desarrollo neural necesarios para el desarrollo del cerebro, como la proliferación de neuronas, la migración y la poda (eliminación de neuronas no necesarias), se ven atrofiados. Regiones específicas de los circuitos cerebrales median la empatía emocional, el comportamiento colaborativo y el apego social.

Nuestras regiones cerebrales más desarrolladas en la corteza frontal y prefrontal sirven para percibir, comprender, explicar y predecir los comportamientos de otras personas a través de la observación directa en contacto cara a cara. ¿Podría la eliminación del lugar de trabajo social limitar nuestra función cerebral?

¿Cambios en la función cerebral?

Piensa en esto: trabajas fácilmente un promedio de 4-5 horas al día sin hablar físicamente. Produces tu trabajo a través de redes de telecomunicaciones. Respondes correos electrónicos, escribes artículos, haces cálculos y lees sin decir una sola palabra. En tal caso, ¿no se dejarán de utilizar áreas críticas del cerebro, necesarias para el funcionamiento intrapersonal, como la corteza prefrontal? 

Si no estoy escuchando a otros o hablando nada durante horas y a la vez todos los días, ¿se atrofiarán mis centros de habla y comunicación como el área de Broca y Wernicke? 

Más importante aún, si miles de personas no usan estas regiones cerebrales con el tiempo, ¿cuál podría ser el impacto evolutivo en nuestros atributos humanos innatos: habla, semántica y comunicación? ¿Es posible que la tecnología permita la velocidad de transmisión de información al costo final de la comunicación universal? 

Además, el estrés que puede provocar la tecnología puede estar teniendo un efecto invisible en nuestro bienestar físico general.         

Tecnoestrés

Acuñado a principios de la década de 1980, la tecnoestrés se refiere al uso de múltiples dispositivos de tecnologías de información y comunicación (TIC) simultáneamente. En su momento, fue descrito como una «Enfermedad moderna de adaptación causada por la incapacidad de hacer frente a las nuevas tecnologías informáticas» (Brod, 1984, p. 16).

El tecnoestrés ha sido identificada como una construcción de estrés laboral que afecta la salud y el bienestar físico y psicológico de los empleados. (Laspinas, 2015). Las respuestas al estrés somático se han descrito en la literatura como mala salud, desequilibrio esfuerzo-recompensa en el lugar de trabajo y tensión laboral. Aunque también con un impacto negativo en el equilibrio entre la vida laboral y familiar.

Mantener la competencia tecnológica es un mandato profesional, y con cualquier tarea de aprendizaje obligatoria, viene el estrés. La diferencia aquí es que la tecnoestrés para el teletrabajador se experimenta aisladamente de los demás. ¿A dónde va ese estrés encubierto cuando la tecnología es nuestro único compañero de trabajo? 

Buenas noticias

En el futuro previsible, todos podemos tener dificultades para crear y funcionar en una nueva normalidad. Pero aquí están las buenas noticias: todos somos capaces de desarrollar nuevos hábitos a través de nuevas vías neuronales.

La sabiduría convencional dicta que construir nuevos hábitos significa romper o detener los viejos, pero la neuroplasticidad nos da la respuesta. «El cerebro está diseñado para remodelarse en función de su uso, eso es plasticidad cerebral», dice Michael Merzenich , comúnmente conocido como el «padre de la neuroplasticidad».

Construir un nuevo hábito requiere tres cosas:

  • Atención
  • Concentración
  • Repetición. 

Es decir, prestar atención a lo que quieres hacer de manera diferente, darle enfoque y luego repetirlo. 

La investigación del profesor de la Universidad de Nueva York Peter Gollwitzer, mientras estaba en la Universidad de Konstanz, descubrió que repetir una intención de implementación (es decir, un objetivo deseado) dos o tres veces en la misma semana, impulsará una nueva vía neuronal.

Mantenerse como ser social

Crearemos nuevos hábitos ( nuevas vías neuronales) que ayudarán a nuestros cerebros a aprender y prosperar mientras teletrabajamos. Cuarentena o teletrabajo no tiene que significar necesariamente aislamiento. 

Debido a que no hay dos cerebros iguales, cada uno de nosotros encontrará nuevas formas de hacer frente a esta nueva realidad. 

Algunos de nuestros nuevos hábitos serán profundamente personales; otros resultarán de estructuras de trabajo revisadas y adaptadas que reemplacen los rituales de la oficina. Para algunos, podría significar un registro rápido por la mañana con un amigo o colegas a través de una plataforma de reunión virtual; hablar con su madre por teléfono; o incluso mirar por la ventana, soñando despierto con la vida después de la cuarentena. 

Después de todo, porque nos gusta pensar en el futuro, de hecho lo hacemos tres veces más que otros tipos de pensamiento, según Marty Seligman , el «gurú de la felicidad» de la Universidad de Pensilvania.

Conclusión

En estos momentos tan especiales, el teletrabajo es una realidad. Pero esto no significa que sea un tema solo coyuntural. El teletrabajo ha ido avanzando sin prisa pero consistentemente en el ámbito laboral. Todos los estudios de tendencias, anteriores a la pandemia, ya indicaban que ese crecimiento continuaría con mayor o menos velocidad. La situación actual se ha traducido, sin duda, en un empujón hacia arriba de la curva de crecimiento.

No obstante, independientemente de lo que duren estas condiciones excepcionales, y aún pasado el problema, es muy probable que más empresas se planteen incorporar en mayor medida el teletrabajo.

Idealmente, el teletrabajo brinda la oportunidad de unir el espacio y el tiempo en nombre de una mayor productividad, disminución de la contaminación y satisfacción laboral, entre otros beneficios. 

Esa es la idea. Sin embargo, la paradoja del teletrabajo y la salud sigue arraigada en las necesidades conflictivas del individuo y la industria.

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1 comentario

  • Muy bueno

    Roque Reply

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