Neuroeducación: claves para la enseñanza en las aulas del siglo XXl

Neuroeducación: claves para la enseñanza en las aulas del siglo XXl

Cambio es la palabra que mejor define el proceso en el que se encuentra envuelta la sociedad actual. Durante los últimos 50 años nuestra sociedad se ha visto implicada en la que posiblemente sea la mayor revolución de la historia de la humanidad, la transformación digital.

Hemos pasado de un sistema de aprendizaje a través de libros, cuaderno, pizarras y tizas a utilizar las nuevas tecnologías proporcionadas por esta transformación digital, ordenadores, tabletas, pizarras digitales, plataformas de comunicación, sistemas de mensajería instantánea, chats, etcétera.

Como dijo el historiador escocés Niall Ferguson, “no podemos continuar enseñando a cada nueva generación de niños como a las anteriores generaciones”. A pesar de que en los últimos años la inversión en educación sobre el PIB europeo se haya situado en torno a un 4,70% de media, la sociedad actual, en concreto las nuevas generaciones de estudiantes muestran signos preocupantes que deben alertarnos sobre el sistema educativo, y hacia dónde debe orientarse la metodología de enseñanza en la actualidad. Es decir, las nuevas tecnologías tienen como parte positiva que favorecen el acceso a la educación a más personas, desde cualquier ubicación, a más conocimientos, y a nuevas formas de aprendizaje.

Pero también es un hecho contrastado que las nuevas generaciones están creciendo con una pantalla en la mano, algo completamente diferente a lo que vivimos nosotros, la actual generación de profesores, educadores. Este uso descontrolado de las nuevas tecnologías está provocando cambios de conductuales a nivel cerebral y social que están influyendo negativamente en la formación de nuestros jóvenes que se distraen con más facilidad, son menos tolerantes, leen menos, tienen problemas para gestionar sus habilidades emocionales, controlar la frustración y la ira, viven en una cultura del descarte dónde no se aprecia el esfuerzo en la consecución de un objetivo, sino la inmediatez y la facilidad para conseguir las cosas.

¿Qué estamos haciendo mal?

Nos hemos lanzado en una alocada carrera en la consecución de grandes avances tecnológicos, quizá sin preocuparnos demasiado o desconociendo, lo cual es peor, las posibles consecuencias que suponían dichos logros. ¿Qué impacto podrían generar en nuestra conducta? ¿Cómo nos afecta?

Algo está ocurriendo en el cerebro de nuestras nuevas generaciones y no me refiero al efecto negativo de los campos electromagnéticos de estos dispositivos tecnológicos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en los dos últimos decenios se han realizado un gran número de estudios, por ejemplo, para determinar si los teléfonos móviles pueden plantear riesgos para la salud y hasta la fecha no se ha confirmado que tengan efectos perjudiciales para la salud.

Es cuando menos preocupante el considerable incremento de casos de niños y jóvenes con problemas de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), se calcula que en torno al 10% de los niños del primer mundo siguen tratamientos para combatir el TDAH y sus consecuencias más conocidas son la falta de atención y falta de control de los impulsos.

Entonces, ¿qué ocasiona estos problemas conductuales?

Las pantallas, es decir, redes sociales, tabletas, aplicaciones de móvil, videojuegos, noticias, mails, etcétera, están afectando seriamente al desarrollo cerebral de nuestros jóvenes, aunque parezca que a nivel cognitivo desarrollan más agilidad mental, más reflejos. El aumento descontrolado del uso de estos dispositivos en niños y adolescentes provoca retrasos en la maduración de su corteza prefrontal, que ya de por sí es la parte que más tarda en madurar entre los 15 y los 21 años.

La corteza prefrontal, es la zona delantera del cerebro, que se encarga de la atención, de la concentración, de la resolución de problemas y del control de impulsos, es la que se encarga de que seamos seres superiores, es el centro neurálgico de nuestra voluntad, la que nos permite descartar o posponer acciones que a mi juicio no me convienen. Es nuestra parte consciente. Si provocamos un estímulo constante de la corteza prefrontal (Neocórtex) de los niños y jóvenes no madurará de forma correcta.

Esta estimulación la producen las “pantallas” que están diseñadas para generar dependencia al proporcionar los 3 factores principales de la neuroestimulación: movimiento, color y sonido. Cuando proporcionamos estimulación a nuestro cerebro encontramos placer, gratificación. Aquí entra en juego la dopamina, conocida como la hormona del placer involucrada en las relaciones sexuales, en el gusto por la gastronomía, es decir, en cosas que nos hacen pasarlo bien. 

El exceso de gratificaciones es nocivo pues provoca adicción. Actualmente las redes sociales producen ese mismo efecto. Cada vez que recibimos un “like” recibimos una descarga de dopamina, al sentirnos valorados y queridos, consecuentemente adictivo, ya que a todos nos gusta que nos quieran.

Las empresas tecnológicas lo saben y así lo corroboran muchos ex altos cargos de la industria tecnológica como Sean Parker cofundador de empresas tales como Napster, Plaxo y Facebook:

“La validación en bucle de los contactos, eso es exactamente lo que se buscaba. Eso explota una vulnerabilidad de la psicología humana. Los inventores de esto, tanto yo, como Mark (Zuckerberg) como Kevin Systrom (Instagram), y toda esa gente, lo sabíamos. Y lo hicimos igualmente… Solo Dios sabe lo que está haciendo con el cerebro de los niños”.

Las redes sociales, tabletas, aplicaciones de móvil, videojuegos, noticias, etcétera, están diseñadas para producir una gratificación instantánea. Estas empresas tecnológicas lo saben y han evolucionado en esta línea. Si tenemos hambre pedimos comida a través de una aplicación, si queremos ser escuchados entramos en una red social, subimos nuestras fotos, compartimos comentarios. Vivimos en la cultura de la inmediatez, todo lo que quiero lo tengo a un clic en mi pantalla lo cual está comportando profundos cambios a nivel cerebral en nuestra sociedad.

El tiempo medio empleado por los jóvenes en el móvil es de 4,3 horas al día, casi 65 días completos al año. En España el uso de dispositivos es un 50% mayor que en el resto de países del entorno europeo. Los últimos estudios neurológicos revelan que los estudiantes olvidan prácticamente el 90% del material aprendido en menos de una semana. Se ha producido una reducción de la capacidad de atención plena a un máximo de 20 minutos de media entre los estudiantes de la ESO.

Esta dependencia como vemos tiene consecuencias directas en el aprendizaje cerebral que se basa en el sistema denominado “use it or lose it” (Shors T. J., Anderson M. L., Curlik D. M. II, & Nokia M. S., 2012) o lo usas o lo pierdes. Es decir, perdemos habilidades básicas, la capacidad de memorizar por falta de uso. Nuestro hipocampo se está atrofiando al disminuir la necesidad de retener y recuperar información que se encuentra fácilmente en internet. Cuantas más ayudas externas usamos más se atrofia nuestro cerebro al no utilizar nuestras propias herramientas.  

¿Es únicamente culpa de las pantallas?

No, pero es evidente que influyen de manera negativa en el desarrollo de la corteza prefrontal de nuestros hijos, de ahí la necesidad de posponer el uso de las pantallas unos cuantos años más favoreciendo así la maduración de su neocórtex.

Hemos de evitar el abuso de las pantallas como medio de gratificación ante el aburrimiento y el estrés. El aburrimiento es la madre de la creatividad y la imaginación. No se pueden hacer grandes descubrimientos, inventos, en momentos de máxima estimulación cerebral, necesitamos estados de relajación, de calma para crear, inventar, imaginar.

Si un joven tiene problemas genera estados de ansiedad y recurre a una “pantalla” para aliviarse, tendrá serios problemas de control emocional pues no estará habituado a gestionar la frustración o el fracaso, algo que ocurre frecuentemente en la actualidad. Nuestros jóvenes que tienen graves problemas de tolerancia y gestión de emociones, hijos que pegan a los padres porque les prohíben el uso de videoconsolas, móviles, etcétera. Darle un móvil a un niño es como darle una botella de alcohol para que cada vez que se agobie eche un trago para relajarse.

Podemos afirmar que es la primera vez en la historia desde que hay registros sobre el tema que los hijos son menos inteligentes de los padres, tienen menos capacidad de buscar, de discernir, de encontrar lo verdaderamente importante, estamos en una era de exceso de información y de la falta de formación, sobre todo emocional, lo cual no significa dejar de utilizar las nuevas tecnologías, sino tener control sobre ellas, poder decidir cuándo utilizarlas o no. Es importante que tanto padres como educadores seamos conscientes a que nos enfrentamos y cómo afrontarlo.

Pero no todo es negativo, también la neurociencia ha descubierto a través de diversos estudios algunas claves importantes a la hora de enfocar la formación. Nuestro cerebro procesa las imágenes hasta 60.000 veces más rápido que el texto, ya que el 90% de la información que se nos transmite es visual.  

Esto resulta fundamental para enfocar las metodologías de enseñanza con el objetivo de ayudar a las nuevas generaciones de estudiantes. Necesitamos potenciar la corteza prefrontal, potenciar el conocimiento de su cerebro: necesidades, deseos y motivaciones, enseñarles inteligencia emocional: autoconocimiento, automotivación, empatía, desarrollo de habilidades sociales, algo tan simple de lo que adolece en muchas ocasiones el joven del siglo XX.

Las dos caras de la educación

La educación familiar

La cual pretende que los padres proporcionen un ambiente de apoyo y estimulación para el desarrollo de los hijos, que conozcan el desarrollo evolutivo e incrementen su propia competencia; que desarrollen estrategias de comunicación efectivas y de resolución de problemas; que fomenten el desarrollo cognitivo, lingüístico, social y emocional en los niños, en definitiva, dedicarles más tiempo.

Es importante enseñar a nuestros hijos y no dejarles entretenidos con una pantalla para que no molesten. Fomentar la cultura del esfuerzo, la voluntad de conseguir objetivos y posponer la recompensa, que aprendan que no siempre es posible conseguirlo todo, que lidien con el fracaso. Enseñar a los hijos a esculpir su capacidad de atención, de conectar con las personas después de esta época pandémica, de generar conexiones más humanas no virtuales.

A nivel cerebral, la frustración, el aislamiento, la falta de voluntad, genera altos niveles de cortisol, estrés, dicho de otra forma, que es una hormona natural, necesaria para nuestro funcionamiento diario, nos ayuda a estar alerta ante situaciones de amenaza, pero como todo exceso, la sobreproducción de cortisol provoca una intoxicación en nuestro cuerpo, algunas consecuencias físicas más visibles son: la alopecia, los tics nerviosos; otras no visibles pero que se sufren igualmente: trastornos del aparato intestinal, inflamación de articulaciones, tensiones musculares; y a nivel psíquico también: irritabilidad, fallos de memoria, decaimiento, depresión, insomnio, inquietud, y ansiedad entre otros. 

La mejor forma de combatir el estrés de forma natural está dentro de nuestro propio organismo, se llama oxitocina, conocida como la hormona de la calma, principalmente se libera de manera natural en las mujeres durante el parto, y sobre todo durante la lactancia y produce un efecto ansiolítico y calmante en la madre (Niwayama, 2017).

En su papel como neurotransmisor, está implicada en comportamientos relacionados con la confianza, el altruismo, la generosidad, la formación de vínculos, los comportamientos de cuidado, la empatía o la compasión, pero hay mucho más: tiene un papel fundamental en el comportamiento maternal y sexual, en los comportamientos de agresión y su presencia interviene en la regulación del miedo, eliminando las respuestas de parálisis.

Participa en el apego y en los comportamientos parentales: incrementa la confianza en otras personas, mejora la habilidad para inferir los estados mentales en otros y aumenta la empatía emocional. El contacto físico, besos, abrazos durante la infancia y la adolescencia es importante para desarrollar estas habilidades sociales y forjar una personalidad empática y segura de sí misma, que se sienta querida y valorada, sin necesidad de recurrir a otras fuentes como las redes sociales. Por tanto, es importantísimo que como padres alejemos a nuestros hijos de las pantallas durante las primeras etapas de su desarrollo. Invirtamos tiempo en ellos compartiendo juegos, los abrazos prolongados producen liberación de oxitocina y ayudan a calmar estados de ánimo irritados (Rojas Estapé, 2021).

Dejemos que se aburran, que potencien su imaginación y su creatividad, que se equivoquen, que fracasen, que comentan errores, que carguen con sus consecuencias, que asuman sus responsabilidades. Intentemos no ahorrarles sufrimientos a nuestros hijos, enseñémosles a superarlos con nuestro apoyo, nuestra empatía, eso hará que crezcan psicológica y espiritualmente, en definitiva, que madure su cerebro.

La educación en las aulas

Si el reto de educar como padres es difícil, lo es mucho más como profesores. Es importante que durante las primeras etapas de la educación, el niño desarrolle sus capacidades cognitivas y sociales. El neuroaprendizaje puede amenizar la experiencia creando un estado de ánimo positivo a través de una narración visual, facilitar la integración de nuevos conocimientos en los preexistentes, mejorar la capacidad de memorizar, la velocidad y recuperación de esos recuerdos. El colegio debe ayudar a expandir el universo social de los estudiantes y sus capacidades de gestión emocional, su empatía además de fijar la base de sus conocimientos.

Esta forma de transmitir conocimientos debe evolucionar, igual que lo han hecho a lo largo del siglo pasado y de lo que llevamos del presente otras disciplinas de la vida que se han apoyado en la neurociencia para desarrollar su capacidad de impacto en nuestros cerebros, como el neuromarketing. ¿Por qué en el ámbito comercial hemos sido capaces de evolucionar, comercio electrónico, marketing digital, etcétera, basado en técnicas de neuromarketing y no somos capaces de hacerlo en el mundo de la educación?

¿Cómo es posible evolucionar en el ámbito educativo a través del neuroaprendizaje? Principalmente a través de las emociones y de los sentidos, como dice el especialista en clínica médica y cardiólogo universitario, doctor Daniel López Rosetti: “Somos seres emocionales que razonan” (2018). De la misma forma que somos capaces de recordar la melodía y la letra de canciones, diálogos de películas, o de anuncios que nos han emocionado, que nos han llegado al corazón, en definitiva, que nos han impactado. De esta forma podemos transformar la enseñanza para que ocasione el mismo efecto en nuestro cerebro, que nos emocione y nos impacte.

Esta metodología es válida a todos los niveles educativos desde la enseñanza infantil hasta la superior, si nuestro objetivo como educadores es la transmisión del conocimiento y de los valores morales, sociales y humanos a cada individuo.

Todo aprendizaje vinculado a las emociones es más productivo, transmitir con emoción, emociona al que lo escucha, contar historias, inspirar a los alumnos. Hay que potenciar la novedad, la sorpresa, favorecer la curiosidad y la creatividad en las aulas, permitir que nuestros alumnos duden de nuestras enseñanzas, dejarles profundizar, investigar por su cuenta, de esta forma conseguimos un aprendizaje duradero y de mayor calidad, llevándolo al territorio de las emociones. Utilizar todos los sentidos siempre que sea posible no únicamente la vista y el oído, también el olfato, que es el sentido más poderoso para generar recuerdos indelebles y demás sentidos.

Algunas claves para tener en cuenta en el aula

  1. Incentivar la práctica de la actividad física y recreativa, que reducen el estrés (los niveles de cortisol), aumentan la neurogénesis y estimula el aprendizaje.
  1. Desarrollar las habilidades cognitivas y emocionales:

Atención, percepción, comprensión, memoria, lenguaje, velocidad de procesamiento, orientación, razonamiento, praxias, gnosias, control ejecutivo, cálculo, y control emocional.

Los ejercicios cognitivos, de coordinación y de inteligencia emocional son muy útiles para completar la formación y proporcionan una actividad divertida a cualquier edad. Cuando uno se divierte, se emociona, y su cerebro lo recuerda fácilmente. En cambio, cuando se aburre, “vuela” con la imaginación, de ahí la necesidad de atraer la atención del estudiante en todo momento a través de distintas actividades.

  1. Fomentar la figura del “profesor-mentor”, es importante conocer la situación social de los estudiantes ya que influye de manera decisiva en su formación académica, conocer la causa de un sufrimiento, mirar detrás de un aparente fracaso escolar, siempre hay una razón detrás. El profesor debe ser algo más que un mero enseñante.
  1. La regla del crupier, los casinos siguen esta norma no escrita, cada crupier debe cambiar cada 45 minutos, pues su capacidad de atención máxima disminuye considerablemente. Por tanto, se deben estructurar las clases por tramos de 45 minutos, combinando estos tramos con pequeños ejercicios cognitivos, de coordinación que distraigan a los estudiantes, permitiéndoles volver a retomar su actividad con el máximo de su capacidad de atención de esta forma podemos dar hasta 2 y 3 horas de clase con un público interesado y entregado.
  1. Las emociones influyen en el aprendizaje y mejoran el rendimiento. Hay que llegar al corazón de los alumnos, como personas, contando historias emotivas, enseñando con pasión. Esto hará que los estudiantes se emocionen ellos también y deseen también compartir estos momentos, favoreciendo la integración del estudiante, su participación, su inspiración. Cuando los alumnos sienten que su profesor se dedica a ellos, no a enseñar es cuando aprenden de verdad.
  1. La autoestima, debemos pasar de un modelo reactivo a un formato proactivo. Los exámenes no son el problema, sino cómo los afrontamos. La clave está en enseñarles a valorarse, como superar los miedos. Evidentemente siempre que hayan estudiado. 

En este punto la idea de la construcción cerebral de la realidad, propuesta por Nestor Braidot (2008) es de gran utilidad. A todos nos suena la expresión “ves lo que quieres ver”. Nuestro cerebro no distingue entre lo que ocurre en la realidad y lo que construimos por propia voluntad en nuestra mente. Si pensamos “voy a fracasar en el examen y voy a quedar como un incompetente” cuando llega el examen, sin saberlo, hemos construido un escenario mental sobre la base de nuestras propias creencias, hemos etiquetado nuestra actuación como de mala calidad y nos hemos convenido de ello.

Después simplemente nuestro cerebro de forma inconsciente se limitará a buscar la forma de corroborar las expectativas creadas. Conclusión, un examen desastroso. Es importante ayudar a nuestros alumnos enseñándoles a afrontar sus miedos. El 91,5% de lo que nos angustia en la vida no ocurre en realidad, simplemente lo imaginamos y esos pensamientos son la causa de frustraciones, estados de estrés, angustias, etcétera. Enseñemos a nuestros alumnos a conocer su mente, a dibujar escenarios positivos a la vez que adquieren conocimientos para que su mente tienda a corroborar las expectativas positivas creadas.

  1. La meditación, como práctica diaria en los alumnos de bachiller y universitarios ha demostrado su efectividad en la mejora para el aprendizaje de nuevos contenidos, pues rebaja los porcentajes de cortisol del cerebro y favorece la producción de oxitocina, generando estados de calma mental que favorecen los estados de aprendizaje y creatividad.

Basta con 20 minutos diarios de meditación que ayudan a mejorar el rendimiento académico, pero también aportan estabilidad mental y emocional, aportándoles serenidad a la hora de comenzar un nuevo día.

  1. La aplicación en la vida real es importante, que los estudiantes puedan ver cómo pueden aplicar la materia de aprendizaje, ¿para qué sirve? ¿cómo ayuda? No tiene por qué ser una aplicación práctica, también es importante la aplicación metafísica, nos olvidamos a menudo de las humanidades que son un soporte fundamental para la ciencia.
  1. Inculcar una cultura del sueño de buena calidad, dormir un número de horas suficiente es fundamental para un correcto funcionamiento cerebral (Walker, 2017). Durante el sueño nuestro cerebro consolida las memorias más importantes y hace su propio mantenimiento, elimina los productos tóxicos generados mientras estamos despiertos y limpia, entre otras cosas, el beta-amiloide, el material de las placas seniles, una de las características distintivas de la enfermedad de Alzheimer.

Si nuestro sueño se interrumpe, no tenemos tiempo suficiente para realizar las actividades restauradoras de la noche y podemos sufrir alteraciones en nuestros procesos cognitivos y emocionales. Un sueño discontinuo rebaja sensiblemente nuestro estado de ánimo. Dormir es la medida más eficaz para renovar la salud de nuestro cerebro y el resto de nuestro cuerpo cada día. La falta de sueño genera mal humor, dificultad para concentrarse.  Es importante tanto para los alumnos como para los profesores.

Conclusión

Está claro que el mundo de la educación es muy complejo, lleno de matices y disciplinas que intervienen de forma conjunta y que no solamente deben ser tratadas desde un punto de vista exclusivo. Este artículo pretende hacer hincapié en el entrenamiento completo de cuerpo al igual que un atleta de maratón prepara todo su cuerpo, su resistencia física, mental, fortalece sus piernas, y demás. De la misma forma dentro del mundo académico debemos entrenar tanto de alumnos y profesores el principal músculo para esta actividad, el cerebro.

Lo importante no es cuánto se puede mejorar la forma de enseñar, sino cómo hacer que nuestros alumnos aprendan más y mejor. Para ello podemos y debemos utilizar las nuevas tecnologías, los nuevos avances científicos, pero también debemos conocer mejor la herramienta principal de nuestro trabajo para sacarle el máximo rendimiento posible, nuestro cerebro y el de nuestros alumnos.

Debemos ser conscientes de cómo actúa nuestra mente y su influencia en nuestra vida cotidiana. Pensemos que el 85 % de las decisiones que tomamos a diario, entre 30.000 y 45.000 son inconscientes, solamente el 15% se realizan de forma consciente en el neocórtex. Es decir, consumimos el 90% de la energía de nuestro cerebro en nuestra supervivencia diaria: respirar, digerir, dormir, etcétera, que es lo que Paul Mac Lean denominó “cerebro reptiliano”.

Únicamente el 3% de lo que ocurre a nuestro alrededor es procesado por el neocórtex, aunque lo percibimos como si fuera tal vez el 100%.  Además del sistema reptiliano, a nivel subconsciente tenemos el “cerebro límbico”, encargado de las emociones y de las respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales. La memoria, la atención, los instintos sexuales, el placer, el miedo, la personalidad, la conducta, la capacidad de aprendizaje y memoria.

Si conocemos el funcionamiento de nuestro cerebro podemos actuar, adaptar metodologías enfocadas a impactar de forma eficaz. Si queremos generar un recuerdo indeleble en nuestra mente algo instintivo, intentemos transmitirlo visual u olfativamente pues son los únicos sentidos conectados directamente con el sistema reptiliano, la parte más primitiva. De ahí que el olor de una comida nos retrotraiga a la infancia o nos recuerde a nuestra madre.

Es decir, las metodologías pedagógicas deben expandir su campo de acción. Enseñar exclusivamente a través de sistemas de aprendizaje enfocados a nuestro “cerebro racional” es reducir el campo de acción a una mínima porción, significa desaprovechar en su gran mayoría nuestras capacidades.

Estamos convencidos que el modo de funcionamiento de nuestro cerebro es lento, deliberado, racional, lógico, en definitiva, consciente. Pero la neurociencia ha demostrado y de hecho se aplica en otras áreas como el neuromarketing, que esto no es así, sino que es rápido, automático, intuitivo, básicamente no consciente.

En definitiva, gracias al conocimiento aportado por la neurociencia en las últimas décadas, a las herramientas aportadas por las nuevas tecnologías estamos en disposición, quizá más que nunca de dotar a nuestros estudiantes de un potencial mucho mayor que el nuestro para crecer intelectual y personalmente, pero bien por desconocimiento o por el mal uso de estas no estamos siendo capaces de ayudarles, de llegar a ellos y en consecuencia estamos sufriendo las consecuencias como padres, como docentes o como meros estudiantes.

Ahora tenemos la oportunidad de realizar este cambio, de ayudar a nuestros hijos y estudiantes, de hacerles crecer sobre todo como personas, de hacerles auténticos adultos, sin miedo al fracaso, sin miedo a la responsabilidad, al éxito, en definitiva, sin miedo a vivir.

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Autor:

Ernesto García Rodríguez

Corporate Partnership Manager

Corporate Relations. General Management Office

UCAM – Universidad Católica de Murcia, España

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