Evolución del Lenguaje: «Kiki» y «Bouba», ¿quién es quién?

Evolución del Lenguaje: «Kiki» y «Bouba», ¿quién es quién?

Un simple test, como el de «Kiki» y «Bouba» puede arrojar luz sobre cómo evolucionó nuestro lenguaje. Veamos por qué.

Eche un vistazo a las dos formas en la imagen de arriba. Imagine que son objetos del mundo real y que tiene que ponerles un nombre: Kiki y Bouba, ¿qué nombre asignaría a cada objeto?

Probablemente de manera intuitiva podemos suponer que la forma en que asignamos los sonidos a los objetos, con la excepción de las onomatopeyas, es arbitraria. Tomemos la palabra ‘pelota’, por ejemplo, no hay nada obvio que vincule el objeto esférico real con el nombre que le hemos asignado. Pero, ¿no será que hay una relación y el origen del nombre de los objetos no es arbitrario?

En 2001, los eruditos de UCSD (Universidad de California-San Diego) V. Ramachandran y Edward Hubbard le hicieron a un grupo de participantes una pregunta similar a la planteada anteriormente, en la que tenían que adivinar cuál de las dos figuras era una «bouba», y cuál era un «kiki». El 95% de los participantes escogió el objeto de forma puntiaguda para KIKI, y el objeto de forma redondeadas para BOUBA, a pesar de que se trataba de palabras completamente novedosas que se combinaban con dibujos que nunca habían visto antes.

¿Que ocurre con Kiki y Bouba?

El efecto «bouba / kiki» tiene sus orígenes en un trabajo mucho más antiguo, realizado por el psicólogo alemán Wolfgang Köhler en 1929. La configuración experimental era esencialmente la misma. Köhler mostró a las personas formas similares a las anteriores, y les preguntó cuál era un «takete» y cuál era un «malumba». Ahora puede adivinar lo que dijo la mayoría de los participantes ¿no?.

Este experimento sobre Kiki y Bouba ha sido verificado repetidamente en varios grupos de participantes, incluidos bebés y niños pequeños, así como en diversas poblaciones que están alejadas de la cultura occidental. Por lo tanto, la evidencia sugiere que esta correspondencia particular de la forma con el sonido es universal.

Hasta la fecha, sin embargo, las correspondencias sonido-forma se han demostrado principalmente utilizando patrones visuales arbitrarios. Por lo tanto, se sabe poco sobre las características visuales específicas que pueden subyacer a esta correspondencia particular.

Conexiones sensoriales y motoras

No está del todo claro por qué ocurre este fenómeno, pero Ramachandran y Hubbard han especulado que puede deberse a la naturaleza de las conexiones que existen entre las áreas sensoriales y motoras del cerebro. Por ejemplo, la forma visual del objeto, ya sea redonda o puntiaguda, está vinculada a la forma que nuestros labios crean cuando decimos la palabra correspondiente, ya sea abierta y redondeada, o estrecha y ancha. A su vez, esto está relacionado con la forma en que nuestra lengua se mueve para generar la palabra misma; kiki requiere que se haga un movimiento «agudo» de la lengua en el paladar, mientras que bouba implica un movimiento más «redondeado».

En un trabajo posterior en 2003, Ramachandran y Hubbard proporcionaron evidencia de apoyo para esta teoría. En ese documento, señalan que el daño a un área del cerebro importante para el lenguaje llamada circunvolución angular, resultó en la menor probabilidad de que el objeto redondeado coincida con la palabra bouba.

Evolución del lenguaje

El efecto es interesante porque nos ayuda a arrojar luz sobre los potenciales orígenes evolutivos del lenguaje. El hecho de que tantas personas, e incluso niños pequeños, tiendan a asignar constantemente una palabra aguda a un objeto puntiagudo, sugiere que, al menos en algunas situaciones, la forma en que asignamos los nombres a los objetos no es aleatoria, sino que existe algún tipo de sistema natural que nos ayuda a construir esos mapas, lo que se llamaría «simbolismo del sonido». Esto significaría que los nombres pueden derivarse de la forma en que sonidos específicos se relacionan con los atributos físicos de los objetos. 

Es posible que tener ese tipo de sistema por sí mismo podría no ser totalmente suficiente para que el lenguaje se haya desarrollado originalmente, al menos puede haber proporcionado un elemento fundamental para el surgimiento de la comunicación verbal.

Conexiones sensoriales cruzadas

Partiendo de la idea de que ciertas palabras pueden provocar conexiones sensoriales cruzadas en nuestro cerebro, un equipo de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) decidió explorar los vínculos entre los sonidos y los gustos.

Christine Cuskley, Simon Kirby y Julia Simner arrojaron gotas de solución amargas, dulces, saladas y agrias en la boca de los sujetos. Luego, les pidieron que manipularan un sintetizador de computadora para producir diferentes tipos de sonidos vocales que parecían ajustarse mejor al gusto percibido.

Los sabores dulces se asociaron con los sonidos de las vocales altas, en los que la lengua se coloca más cerca del paladar y las vocales traseras, donde la lengua se coloca hacia la garganta en lugar de los labios. 

En pocas palabras, hasta ahora todo indica que los nombres de los objetos pueden tener una relación forma-sonido en la evolución del lenguaje.

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