
NeuroGastronomía: por qué comer da tanto placer al Cerebro
Por Sofía Lizano Rivera (alumna de nuestro Máster en NeuroMarketing)
Comer a lo largo de nuestra vida
Desde que nacemos la alimentación es uno de los temas más importantes, incluso llorábamos para demandarla y encontrábamos un confort inigualable al hacerlo. A lo largo de nuestra vida comer ha definido y marcado cada una de nuestras etapas. Al ser niños deseamos comer chocolates y confites todo el día, como adolescentes queremos demostrarnos nuestro propio valor comiendo chiles picantes u ordenábamos pizzas entre amigos para los cumpleaños, al llegar a la adultez probamos nuestra primera cerveza, una sensación amarga y espumosa invade nuestra boca.
Con la universidad y el trabajo nos obsesionamos con el café, algunos aprendemos a comer cosas que como niño jamás hubiéramos comido, como hongos, espinacas, quesos olorosos, aceitunas, verduras incluso habrá algunos que disfrutamos más de estas comidas que aquellos dulces de niño e incluso ¡hasta apreciamos cada vez más las sopas!
Qué dice la Neurociencia
Todas estas experiencias nos han acompañado durante toda nuestra vida, pero hemos cuestionado muy poco sobre la naturaleza de esta misma; excepto la neurociencia, y en especial la Neurogastronomía, nos han mostrado que existe todavía más razones para apasionarse por la comida. Esta función, completamente básica e instintiva es de igual forma compleja y perfecta. Las variables que se ven involucradas en nuestra percepción del sabor son amplias y podemos jugar con diferentes escenarios y situaciones que cambiarán nuestra experiencia culinaria por completo.
Al comer pensamos que los sabores los percibimos gracias a nuestro paladar; claro, eso nos enseñaron cuando éramos niños, sin embargo, lo fascinante del arte culinario es que provoca todos los sentidos. No sería arte si no evocara un mundo de sensaciones, activando muchos circuitos neuronales, al probar un delicioso plato.
El cerebro nos engaña
Nuestro cerebro recibe las señales de los sentidos y las interpreta para brindarnos una experiencia del sabor pero a veces nos engaña. Por ejemplo, podemos encontrar que un queso es más salado y agradable cuando lo probamos con el cuchillo que lo cortamos que con un tenedor, percibimos que el yogurt es más denso y de mayor calidad al ingerirlo en una cuchara plástica que una de metal e incluso si lo probamos con una cuchara más grande y más liviana este puede resultarnos en un yogurt más dulce.
Al comer con un tenedor grande nuestro cerebro lo relaciona con un bocado mayor, o si nuestro cerebro ve un plato pequeño, al terminar se va a sentirse satisfecho. ¡Buenos trucos para comer menos! Si quieres bajar de peso podrías jugar con la vista e incluir estos tips en tu dieta.
Además de estos trucos, el ambiente es esencial para despertar y aprovechar al máximo nuestros sentidos al comer. Tal como comer con una iluminación tenue y una música leve ingerimos menos comida, contrariamente, comemos más en un escenario donde la música es alta y la luz es brillante. También al comer en un lugar costoso tendemos a considerar el platillo como más delicioso que uno más barato.
En algunos restaurantes el chef busca comprometer nuestro sentido del olfato con nuestra percepción del sabor colocando una fuente externa aromática que cambiará por completo tu experiencia gastronómica. Muchos restaurantes jugarán con estas y más combinaciones y si ponemos atención a estos detalles, conoceremos la gran variedad de prácticas que se han desarrollado para crear de la comida una experiencia única y emocional, sensibilizando nuestros sentidos y agudizando nuestro paladar.
¡La próxima vez que vayas a una cita podrás romper el hielo con estos datos curiosos o hacer la mejor cena entre tus amigos!
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